Revista escape: OCTAVIA

Después de 22 años, 13 discos y una historia de triunfos y fracasos, la banda paceña más famosa tiene aún un reto: morir en el escenario

Queremos ser los Rolling Stones bolivianos”, dice Simón Luján y está convencido. “Vamos a seguir tocando hasta que no podamos más”, insiste el guitarrista y ante tal afirmación, las carcajadas cómplices de Vladimir Pérez (bajo) y Omar González (voz), sus compañeros de aventura los últimos 22 años, no se dejan esperar. No lo desmienten, sin embargo, porque saben que la constancia ha sido su clave en dos décadas. “La adversidad ha sido el motor que ha impulsado a Octavia. Por eso, queremos y podemos llegar a ser como los Stones”, reafirma Simón.

Sentados en el living de su estudio, los tres fundadores de la banda paceña reviven su historia. «Sin querer hemos hecho camino y dejado una huella en casi tres generaciones. Hoy vienen padres e hijos a nuestros recitales», comenta Pérez.

Corría el año 1988, cuando Simón Luján, Vladimir Pérez, Gery Bretel y Ricardo Sasaki, entonces estudiantes del Conservatorio de Música, decidieron formar una banda de rock. El grupo nació con el nombre de Stress, que poco después cambió a Coda 3. «Alejandra Saavedra y Gonzalo Torrico se sumaron. Tocábamos temas de The Cure, U2, INXS, que eran bandas de moda», cuenta Luján.

A los dos años, la banda tuvo que asumir su primera ruptura. «A los 18 años te pones a pensar qué vas a hacer con tu vida y tres de nuestros compañeros optaron por otras cosas —cuenta Pérez—. Nosotros decidimos dedicarnos a la música en serio, entonces nos pusimos a buscar a un nuevo vocalista». Así comenzaron las audiciones. «Una tarde probamos a 10 chicos, pero ninguno nos convencía», recuerda el guitarrista. «Sabíamos que Omar cantaba pero… era más tímido que niño en kínder», agrega mirando de reojo al compañero aludido, quien da su versión: «Yo era como el secretario de la banda. Tomaba los datos a los que iban a probar suerte. Al final, Ricardo dijo ‘ya, que cante el Omar’ y me hicieron la prueba», relata. Oculto detrás de la puerta de la sala de ensayos y con el micrófono en la mano, González, entonces de 16 años, comenzó a interpretar con maestría el emblemático tema de los irlandeses U2, With or without you. «Ese rato dijimos: ‘éste es el que buscamos’», cuenta Luján.

¿Y si no hubiera sido elegido? “Tal vez hubiera hecho otra cosa en mi vida”, asegura la emblemática voz de Octavia.

“Probablemente seguiría hasta hoy viéndolos en sus ensayos, me habría casado, tendría hijos o hubiera terminado la carrera de Arquitectura que estudiaba… no sé», ríe.

Como Coda 3, los músicos editaron cuatro discos. El primero: Día tras día (1990), grabado en los entonces flamantes estudios de ProAudio. «Cuando los productores de esa casa nos invitaron a grabar no sabíamos componer, pero igual asumimos el reto» —cuenta Simón—. Poco después, Discolandia nos ofreció un contrato, y eso ya era mucho para una banda de rock».

Con su nueva casa discográfica, los músicos editaron: Verdades inéditas (1992), nombre que bautizó al himno que hasta hoy identifica a la juventud paceña; 2387, cuyo título fue tomado del número de la casa donde ensayaba la banda y el disco acústico Para salir del molde (1995), que cerró la etapa de trabajo con Discolandia. Vendría después el giro que iba cambiar incluso la filosofía de la banda.

 

Rock con sabor boliviano

A mediados de 1996, golpes de batería y sonidos de sintetizador se mezclaron con los de una potente zampoña para dar vida a RHO+, prueba clara de la evolución de la banda. Para entonces Coda 3 había cambiado su nombre por el de Octavia con que, ese año, debutó con Sony Music.

“Octavia ha tenido un desarrollo hasta filosófico —considera Pérez— el rock que comenzamos a hacer tenía un mensaje de identidad. El hecho de incluir una cueca o una morenada fue musicalmente difícil, pero valió la pena porque sin saberlo comenzamos a tocar fibras muy íntimas de toda una generación”. «Es increíble pero hoy la gente sigue cantando una pieza que tiene más de 18 años como si fuese nueva, esa consabida canción mezclada con morenada… ¿Seré tu música?», añade en tono de pregunta Luján. Ambos ríen.

Con el cambio, se incluyó en el grupo al vientista Guimmer Illanes, conocido como’ Jimbo’. “Él es parte fundamental de la banda. Desde el principio vimos que tenía el carisma y el talento para el reto». Con Sony Music, Octavia editó otros cuatro discos. Huayños, morenadas, cuecas y hasta tonadas potosinas eran la materia prima para crear ese rock con sabor boliviano que se materializó en Aura (1996), Ciclos (1998), Acústico (2001) y 4 (2002).

Este último disco “tenía que haber sido lanzado a nivel internacional», lamenta Pérez. “Cuando estábamos a punto de lanzarlo en México, la crisis mundial en el rubro obligó a Sony a cerrar su filial en Bolivia y todo quedó en nada». A los dos meses de lanzado 4, miles de copias fueron depositadas en un galpón. “Fue un golpe; teníamos un proyecto tan enorme en puertas que terminó convirtiéndose en una desazón… tanto esfuerzo”, recuerda Pérez.

No se rindieron y tras un par de años tocando en bares de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz se abrió una puerta: Estados Unidos. “Un productor boliviano se había fijado en nosotros”, cuenta el guitarrista. “Era la esperanza al final del túnel».

En el trayecto, el tecladista y fundador de la banda, Ricardo Sasaki, anunció su separación definitiva del grupo, pues migraba a Estados Unidos; pero antes de partir invitó al baterista Martín Fox. «Un día, Ricardo me llamó para ofrecerme formar parte de Octavia… desde entonces y hasta hoy, ocho años después, soy ‘el batero de Octavia'», relata el benjamín de la banda.

Octavia editó dos discos en Estados Unidos: Talismán (2004), en inglés y español , y Masterplan (2006). Cuando todo iba viento en popa, el contrato con los productores norteamericanos terminó.

El trabajo realizado hasta ese momento les dio una nueva oportunidad cuando empresas bolivianas convocaron a los músicos. Así se produjo el comercial para Paceña, ése en el que el tema Vivos hace bailar a cientos de jóvenes. «El comercial rebasó las expectativas; la canción se volvió un himno y empezamos a pensar en nuevos discos», cuenta Pérez. Así nació Medular, el más reciente disco de Octavia.

 

El Precio de la fama

«Cuando decidimos dedicarnos al rock, nuestros padres estaban preocupados por esa imagen de la vida libertina del músico —explica Luján— No voy a negar eso de que hay sexo, droga y rock and roll, porque sí hay y mucho. Pero, cuando te controlas y te pones límites todo se puede manejar».

Cuarentones, los fundadores de Octavia reconocen que su carrera les ha abierto muchas puertas, pero también les ha cerrado otras. “La fama te pasa factura. Hemos sufrido el alejamiento de nuestras parejas por los viajes, el ir y venir tantos años. Creo que en ciertas cosas personales la vida nos ha ganado la batalla, lastimosamente es el precio», reflexiona Pérez. Una mirada diferente tiene el vocalista de la banda. «Yo sabía que estaba dedicándole mi vida a esto. Sé que no le estoy siendo infiel a mi pareja por estar con Octavia, son cosas que he sabido manejar», dice.

Y sin embargo, ninguno se arrepiente. «Octavia es mi familia», expresa Wladimir. «Para mí, es el sueño más grande hecho realidad», añade Simón. «Octavia es la musa que inspira», remata Omar.

 

El futuro en puertas

Este fin de año, la banda cumple 22 años de luchas, triunfos, derrotas y, sobre todo, sueños; sueños de darle identidad al rock boliviano y de exportarlo. “En definitiva, Octavia es un proyecto que nunca se terminó de explotar en la dimensión que merece, eso ya lo asumimos”, da fe Pérez.

Para festejar su cumpleaños 22, la banda alista una gira acústica nacional. El tour comenzará el 12 de noviembre en La Paz. Después, los obreros del rock lanzarán su primer DVD en vivo. «Vamos a sacar un nuevo disco, la creatividad nos obliga”, indica Luján. Han madurado y están satisfechos. “No buscamos que se abran mercados internacionales porque sabemos que Octavia es un grupo absolutamente posesionado en Bolivia y por eso vamos a seguir tocando mientras podamos”. Así, como los Rollings.

 

 

Texto: Carla Hannover V.

Fotos: Octavia­­­